domingo, 27 de septiembre de 2009

La última carrera

Llegó a casa cuando yo tenía 17 años. Bueno, en realidad lo fuimos a buscar: era el último de la camada, el que se había quedado más pequeño.
Fue tal la alegría, que durante el recreo iba con todos mis amigos a mi casa para poder estar con él.

Siempre recordaré la primera vez que me gruñó por un hueso de jamón (¡daba miedo!); las carreras por el parque; cuando subía al sofá donde estábamos y se hacía una bolita a nuestros pies; cuando rascaba nuestras piernas con la patita para que le diéramos de comer, lo sacáramos a la calle...; las fiestas que hacía al llegar a casa; su miedo a las tormentas y los fuegos artificiales; sus peleas con Mozart (un basset del parque) cuando era cachorro; su forma de orinar, que la gente paraba y nos preguntaba si era chica (es que era un perro muy pero que muy fino); sus ronquidos, cuando dormía plácidamente en su camita; los ladridos que nos dedicaba cuando nos íbamos por la mañana al colegio; lo suave que era su lomo, su lengua áspera, sus orejitas caídas...; lo mal que lo pasó cuando lo tuvieron que operar; y la ÚLTIMA CARRERA: ayer por la tarde, llegó al terreno con mis padres, bajó del coche emocionado, como siempre, se puso a correr por todo el huerto, anduvo hacia los pies de un rosal, se tumbó y, tras 13 años con nosotros, se quedó dormido para siempre... y no sabéis cuánto desearíamos que volviera a despertar!

3 comentarios:

Susana dijo...

Vaya....

Míralo por lo positivo; piensa que se quedó dormido y no sufrió nada.

Un abrazote guapa.

INVENTANDO CON FIELTRO dijo...

Madre mia....no lo quiero ni pensar.....el día que falte la nuestra.....buffff
Mucho ánimo!!!
Bss

Laura dijo...

gracias! Parece mentira. Sé que alguna gente, cuando me queja, me mira casi pensando que soy una exagerada. Consuela ver que alguien se puede poner en tu lugar! Besos